
Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós: entre la desilusión y la esperanza Escrito por: Luis Gonzalo Díez
Ahí están, suspendidos en un tiempo que no concluye, el tiempo de la historia contemporánea de nuestro país. Cuarenta y seis novelas divididas en cinco series que Galdós empezó a escribir en 1873 y terminó en 1912.
La España del siglo XIX, de la Guerra de la Independencia, de la Revolución liberal, de la guerra civil, del reinado isabelino, de la Primera República y de los inicios de la Restauración alfonsina constituye una obsesión para Galdós.Su mirada no es complaciente, es lúcida y dramática.
Todo comenzó de manera esperanzada, como un sueño nacional capaz de hermanar a los españoles y acabar con la política elitista e intrigante del absolutismo. Pero esa esperanza pronto será anegada por el desorden sembrado por la Guerra de la Independencia y el cisma ideológico que dividirá a los españoles, primero, entre doceañistas y serviles; después, entre cristinos y carlistas y, más adelante, en sucesivas e incontables metamorfosis de un mismo conflicto político.
¿Qué percibió Galdós tras el sueño frustrado de una nación de hermanos? Un reino de taifas, una lucha entre facciones que, bajo sonoras palabras y declaraciones de principios, encubrían su única pasión dominante: la pasión por el poder. En los Episodios, en títulos tan emblemáticos como Trafalgar, Juan Martín el Empecinado,El equipaje del rey José, El terror de 1824, Zumalacárregui, Los ayacuchos, La revolución de julio o Cánovas, Galdós plantea la tesis de que la revolución liberal destruyó el régimen absolutista, pero no la mentalidad absolutista. Ésta prevalecía en el alma española, solo que, ahora, el poder no era monopolizado por el monarca, sino que varios grupos y personalidades competían por él. Más que un absolutismo dominante, existían muchos absolutismos en pugna ávidos por conquistar el Estado y ponerlo al servicio de los partidarios de cada facción.
Galdós contempló con tristeza y repugnancia cómo los notables de la época, poseídos por el “fanatismo del yo”, convirtieron al Estado en objeto de pillaje y saqueo, rapiña y botín. Aquellos notables, surgidos de la política, el periodismo, la literatura y el ejército, vendrían a ser, no todos, pero sí muchos de ellos, una especie de señores feudales trasplantados del mundo medieval al moderno. Caciques y caudillos que reeditaban, en las condiciones de la nueva España postabsolutista, lo peor del feudalismo y del Antiguo Régimen. Pues, parece querer decirnos Galdós, si alguien pensaba que el tiempo de la política autoritaria, caciquil, elitista, intrigante y facciosa había sido superado por el cambio de época, se equivoca trágica y penosamente. La nación seguía a medio hacer, esperando a que su puro y robusto basamento, lo que Unamuno llamaba intrahistoria, pudiese en algún momento volver a guiar un parto nacional no traicionado por los egos revueltos de tantos intereses mezclados.
Lean los Episodios. No para aprender historia o dejar de aprenderla, no para estar de acuerdo o en desacuerdo con la ideología de Galdós, sino para conocer una mirada sobre nuestra historia contemporánea en absoluto complaciente, pero que, no por ello, renuncia al compromiso con la esperanza de una España mejor.